Baja las exigencias que le pones a la vida. Ya que esta no te exige nada, sólo que la vivas.

 
Tu insatisfacción personal es directamente proporcional a tu nivel de exigencias.

Tu satisfacción interior es inversamente proporcional, a lo que esperas de la vida.

Porque muchas veces, cuanto más esperas, es cuanto menos recibes. Y cuando más recibes, es cuando menos te lo esperas.

Esperar que pase algo, no te acerca a que lo recibas. Aunque cuando recibes algo, que no esperas, es lo que más te satisface.

Y es que así es la vida. Cuanto más la cargues con expectativas, más te decepcionará, y cuanto menos esperes de ella, más te podrá gratificar. Estamos acostumbrados a exigirle a la vida. A esperar que sea esta, la que nos acerque la satisfacción para poder sentirnos cómodos en ella. En vez de sentirnos cómodos, independientemente de lo que nos traiga la vida. 

Según la teoría de la evolución, no sobrevive el más fuerte, o el que más victorias sume a sus espaldas. Sino el que mejor se adapte a su entorno. Ese es el que sale victorioso. El que se adapta y acepta lo que la vida le trae, y no el que espera que la vida se adapte a él, para así poder salir triunfante. 

Por eso, baja las exigencias que le pones a la vida y eleva tu capacidad de adaptación en ella. Ahí es donde radica tu fortaleza, en poder adaptarte a lo que te viene, y no en luchar contra lo que no quieres

Enfoca tu esfuerzo, no en batallar, sino en aceptar.

Desde que tenemos uso de razón, nos han enseñado y hemos aprendido, por imitación, a confeccionar nuestra vida en base a unas expectativas infundadas, por nosotros mismos, o por la gente de nuestro entorno más próximo. Hecho que ocasiona, en la mayor parte de los casos, nuestra propia insatisfacción. Porque si conseguimos lo que queremos, nos sentiremos bien, o eso pensamos, y si no logramos alcanzar nuestro propósito, nos sentiremos mal, por no haberlo logrado. En cierto modo, seguimos comportándonos como esos niños que lloran y patalean cuando no se salen con la suya. 

Pero,

¿Y qué pasa cuando consigues eso, que creías que te iba a hacer sentirte mejor, pero que al alcanzarlo, te das cuenta, que no es así, porque te sigues sintiendo igual de insatisfecho? 

¿Frustración? 

¿Qué hiciste mal, entonces? 

Cuando juegas a un juego para ganar, y no por el mero placer que te genera el disfrutar del propio juego, pocas veces ganas. Y no me refiero sólo, a ganar la partida, sino a todo aquello que te puede aportar ese juego por el hecho de poder jugarlo. 

Si juegas para ganar y no ganas, no podrás sentirte satisfecho. En cambio, si juegas para disfrutar de la partida, aunque no ganes, tendrás muchas más probabilidades de sentirte a gusto, independientemente de cuál sea el resultado. 

¿Por qué? 

Porque no le exiges a la vida, o porque no esperas ningún resultado en concreto. Tú único objetivo, es disfrutar del proceso, sin tener en cuenta el resultado. 

Ganar, sólo acepta un resultado, mientras que disfrutar, permite cualquier opción, como resultado. El placer de ganar, está en conseguir la victoria, mientras que el placer de disfrutar, admite cualquier resultado, con o sin victoria. 

La victoria es efímera, dura lo que dura ese instante. Un instante de gratificación por haber obtenido lo que esperabas, pero que enseguida se esfuma. En cambio la satisfacción del disfrute, permanece contigo, durante mucho más tiempo. Además que te enseña, que la satisfacción no viene de la victoria en sí, ni la insatisfacción de la derrota, sino que te permite disfrutar, sean cuales sean las consecuencias. 

A lo largo de tu vida, tendrás que jugar a montón de juegos, y no podrás ganarlos todos. Aunque sí podrás disfrutar de todos ellos, mientras no te aferres a que sólo el trofeo por haber vencido, atraerá tu felicidad. Tendrás que encontrar tu placer, y con él tu satisfacción, en la experiencia de poder jugar. 

Y es que muchas veces, hay que desprenderse de esas ideas preconcebidas que te hacen creer, que sólo a través de ellas, conseguirás el éxito. Y que además esas victorias, te traerán la felicidad que tanto anhelas. Porque no lo sabes. Lo que sí sabes, es que el disfrutar, siempre es la mejor de tus victorias. 

Baja la exigencias que le pones a la vida. Descarga las expectativas que te hacen querer ganar, y céntrate en el placer que te proporciona disfrutar. 

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