¿Crees en la gente o en sus creencias?
Creer en la gente, es creer en ella, independientemente de cuáles sean sus creencias. Aunque la mayor parte de las veces, tendemos a no creer en la persona, porque no nos identificamos con sus creencias. Dejamos de confiar, ya que sus convicciones no son las mismas que las nuestras. Sin olvidar que la persona, es mucho más, que eso en lo que cree.
¿Qué te molesta más, que no le den la razón a tus creencias, o que no compartan tu misma perspectiva?
A lo largo de los años, y tras muchos enfados, en vano, he aprendido una de mis mayores lecciones de vida. Que no es otra, mas que si te relacionas con gente que no tiene tu misma perspectiva, aprendes mucho más, que si sólo te relacionas con aquellos que comparten tu misma visión. Si sólo te relacionas con los que piensan y creen en las mismas cosas que tú, nada nuevo aprenderás de la vida. Porque tu visión en vez de ensancharse, mirará siempre hacia el mismo sitio, observando las mismas cosas.
Sin embargo, para estar cómodo entre creencias contrarias a las tuyas, lo primero que hay que permitirse, es renunciar, a dos férreas necesidades. La primera de ellas es la «egoica» necesidad de que te den la razón; y la segunda, la susceptible necesidad de aprobación. Si eliminas de tu lista de requisitos, ambas necesidades, te puedo asegurar que comenzarás a disfrutar al cien por cien, de todas tus relaciones. Ya que si esperas a que todo el mundo apruebe tus creencias, por el motivo que sea, el control de tu vida, no lo llevas tú, si no tus creencias. Y es que tú además de creer, también Eres, por encima de todo.
Adapta tus creencias, pero nunca te adaptes a ellas.
«Si podéis amarme por lo que soy, seremos más felices.»
(Ralph Waldo Emerson)
Seguro que más de una vez te has enzarzado en más de una discusión, ocasionada por un conflicto de creencias. Con algún amigo, familiar, compañero de trabajo.
¿Recuerdas el último?
¿Qué pretendías conseguir?
¿Hacerte entender, que te dieran la razón, que aprobaran tu opinión?
¿Y lo conseguiste?
Desde el conflicto, no puedes solucionar o resolver el problema. Mientras te mantengas asociado y dentro de él, gastarás toda tu energía en el conflicto, sin embargo no lo resolverás, porque tu atención en realidad, no está enfocada en resolver el problema, si no en que el otro apruebe tu creencia. Sólo cuando te disocias de él y lo percibes desde fuera, y no como un problema, si no simplemente como lo que es, otra opinión. Podrás ampliar tu visión y con ella tu perspectiva de la situación.
Las creencias de los demás no atacan a tus propias creencias. Aunque tú lo interpretes así. Simplemente te recuerdan que las infinitas posibilidades están por todos lados. De todas ellas, puedes aprender y descubrir algo, que ni si quiera te habías planteado.
¿Crees en la gente o en sus creencias?
«No desprecies a nadie, hasta un átomo hace sombra.»
(Publio Siro)
Enfrascarse en el conflicto, sólo te traerá más conflicto. En cambio, aprender de las opiniones de los demás, enriquecerá tus experiencias y te traerá la paz.
Como antes apuntaba, las personas son mucho más que sus creencias. Que sus convicciones no se correspondan con las tuyas, no significa, que sus intenciones, sí lo hagan. Todos estamos aquí para ser felices y sentirnos en paz.
Aunque te cueste creerlo, existen muchos más caminos que los que tú conoces, para alcanzar lo que todos anhelamos. Aceptar las creencias de los demás, al fin y al cabo, es permitir que avancen por el camino que ellos consideren. Aunque todos los caminos lleven a Roma, no todos quieren llegar a Roma, por el mismo camino. Asimismo, tampoco tienen porque hacerlo. No a todos nos gustan los mismos paisajes o las mismas temperaturas. Sin embargo lo que a todos nos gusta, es que nos acepten, por lo que somos y no por lo que creemos.
¿Y tú, crees en la gente o en sus creencias?
«Si juzgas a la gente, no tienes tiempo para amarla.»
(Teresa de Calcuta)