Quizás no lo habías pensado antes, pero cuando juzgas o condenas, te vuelves prisionero, mientras que si perdonas, te liberas. Y es que cuando perdonas, se abre la puerta de tu prisión, automáticamente, permitiéndote ser libre de nuevo. De ti depende, traspasar esa puerta, o seguir siendo preso.
La condena o el juicio, te hace crear un vínculo invisible, con aquello que no aceptas o rechazas. Este vínculo se vuelve más estrecho, cuanto más lo rechazas. En cambio, si en vez de rechazarlo, lo aceptaras, esto es, lo perdonaras, ni tus juicios, ni tus condenas, tendrían sentido alguno. Y es que cuando no perdonas algo, te ves obligado a juzgarlo, ya que tienes la necesidad de justificar, lo que aún no has perdonado.
Si castigas, y condenas, ni aceptas ni apruebas. Y es que el castigar no te permite soltar, ni olvidar. El hecho de poner tu atención, sobre la pena o sobre el castigo, y no sobre el perdón o sobre la aceptación, no facilitará ni tu olvido, ni tu Paz. Sin darte cuenta, que el no perdonar, te mantiene unido, a eso que juzgas y condenas. Por eso cuando condenas, te vuelves prisionero, porque te aferras fuertemente a los barrotes de la prisión. Y si sigues sujetando esos barrotes.
¿Con que mano vas a abrir la puerta de esa prisión?
El no permitirte perdonar, produce una herida en ti. Si quieres sanar la herida, para propiciar que se cierre, debes perdonar la situación que te hiere. Y el aceptar, es la mejor medicina para curar y cerrar esa herida. El rechazo te conecta a eso que rechazas. No te permite olvidarlo, ya que aún tienes algo pendiente con ello. Lo que rechazas te reconcome, agotando tu energía. Te ahoga, entre justificaciones. Te enrabieta, alejándote de la Paz y del Amor. Lo contrario a la Paz es tu rechazo y lo contrario al Amor, es el miedo al perdón.
«El perdón cae como lluvia suave desde cielo a la tierra. Es dos veces bendito; bendice al que lo da y al que lo recibe.»
(William Shakespeare)
Acepta pues, el perdón, como una nueva posibilidad. El perdón o la aceptación tanto hacia los demás, como hacia las circunstancias, o incluso, hacia ti mismo. Perdona o perdónate. Acepta o acéptate. Tu lucha contra el rechazo, no puede traerte Paz o serenidad. Ya que la lucha o el batallar, siempre invoca una nueva guerra. Y si lo que quieres es Paz, trae tú la Paz, no la guerra.
«Los débiles no pueden perdonar. El perdón es el atributo de los fuertes.»
(Mahatma Gandhi)
Se valiente y perdona. Haz que tu fortaleza, hable por si misma. Tu fuerza, te dará la Paz. Y es que perdonar o aceptar, no es ceder tu poder. Te otorga el poder de decidir, lo que quieres que te duela o no. Es elegir lo que quieres que te pese, o por el contrario, liberarte de lo que te pesa. Es escoger, lo que no deseas que te afecte. Quién mejor que tú, para hacerte responsable de tu dolor. Así que elige, qué prefieres, si tu intranquilidad o tu libertad.
Y recuerda, que si cuando condenas, te vuelves prisionero, cuando perdonas, te liberas. En el perdón se encuentra tu libertad. Mientras que en tu rechazo, o en tu negación, tu condena.