Dale la bienvenida a tus emociones. Agradece el poder sentirlas. Mientras la vida siente, la muerte no. Porque depositar tu energía en las emociones que quieres sentir y no en las que no quieres, ni que te ronden, no significa, que las rechaces, cuando sí que te rondan. Mirar para otro lado, porque lo que ves delante de ti, te desagrada, no quiere decir, que lo que no te gusta mirar desaparezca. Simplemente no lo ves, porque no quieres reparar en ello. Sin embargo, eso que no te gusta sentir, espera impaciente a que lo vuelvas a mirar, para así poder ser reparado.

Cuando uno de tus jarrones preferidos, por ejemplo, cae al suelo,

¿Qué haces, lo dejas de mirar a expensas de que se repare solo?

¿Porque si no lo atiendes desaparece el daño?

Quizás, lo mejor que puedes hacer, sea hacerte responsable, juntar los trocitos y pegarlos pacientemente. Esa es la única manera de reparar los daños. También puedes deshacerte del jarrón y tirarlo a la basura, aunque así te quedarás sin jarrón preferido.

¿Y no sucede lo mismo con tus emociones?

¿No hay veces que tienes que recoger tus trocitos, para así repararte?

«El ser humano es una casa de huéspedes.
Cada mañana, llega alguien nuevo.
Una alegría, una depresión, una mezquindad.
Alguna conciencia momentánea llega como un visitante inesperado.
¡Dale la bienvenida!.
Aunque sea una multitud de penas,qué barren toda tu casa,
y la despojan de todo mueble.
Aún así trata con honores a todo huésped.
Puede que te esté preparando para un nuevo deleite.
El pensamiento oscuro, la vergüenza, la malicia.
Recíbelos en la puerta riendo e invítalos a entrar.
Agradece la llegada de todos, porque cada uno te ha sido enviado,
como guía desde el más allá.»

(La Casa de Huéspedes – Rumi)

Dale la bienvenida a tus emociones. Todas las que te rondan, tienen una gran lección que enseñarte. Ninguna las sientes en vano. Todo lo que sientes, tienes que sentirlo. Ya que si no lo sintieras, no pasaría nada. Cuando la emoción es desagradable, te guía hacia la salida, y cuando esta es placentera, ni te acuerdas de las desagradables. Lo que sientes te acompaña durante todo el día e ignorar a tu acompañante, no parece que sea demasiado cortés. Además que como apuntaba antes, aunque decidas ignorar tus emociones, estas no desaparecen, si no que se hacen más grandes y tú, más pequeño.

Te cuento porqué. La energía que desgastas en luchar contra lo que no quieres sentir, te hace atender o depositar esa energía, en eso que precisamente no quieres sentir. Le das de comer al enemigo. En vez de colaborar con tus emociones, luchas contra ellas, o lo que es lo mismo, contra ti. Rechazando lo que sientes. Y es que eso que sientes, también eres tú. Asimismo, finalizada la guerra, habrá un vencedor y un vencido y si te vences a ti,
 
¿Quién habrá ganado?

¿Y perdido? 

No luches contra ti mismo o contra tus emociones. Aprende de lo que sientes. De hecho, no te abandonarán hasta que no te hayan enseñado lo que te tengan que enseñar. Dale la bienvenida a tus emociones, si no quieres «vencerte» a ti mismo. La derrota es no aceptar, y la lucha contra ti mismo, tu propia derrota. 

En una ocasión, activistas en contra de la Guerra de Vietnam, le preguntaron a la Madre Teresa:

¿Se unirá a nosotros en contra de la Guerra de Vietnam?

Su respuesta fue:

En contra de la Guerra de Vietnam, no me uniré, aunque si organizáis una marcha por la paz, sí que asistiré.
 
No luches por la guerra, si por la paz. Luchar contra la guerra(contra a ti), es participar en otra guerra, en la que el vencido, sólo puedes ser tú. En cambio si luchas por la paz, habrás vencido en tu guerra. 

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