Eso que interpretas como problema, casi nunca, es el verdadero problema. Tu interpretación de las circunstancias, te hace creer que sí que lo es. Sin embargo, si te permitieras indagar un poco más en esa dificultad, sin dejarte llevar por lo meramente superficial, encontrarás el auténtico motivo que te hace pensar así.
Como tú, la vida también se viste por capas. Se parece bastante a una cebolla. La capa exterior, es la que perciben los sentidos. Es la capa más dura, porque es la que más expuesta está. Se enfrenta a las inclemencias del tiempo, a las miradas y juicios de los demás, también actúa como protectora, ya que se encarga de esconder el resto de capas. Asimismo, está construida por esas creencias y esas convicciones que se esconden en las capas más profundas. Aunque sea la más tosca y la más dura, es la que menos se parece a ti. Es sólo la apariencia que quieres proyectar en el exterior. Y esa apariencia, o esa última capa, la utilizas para aparentar, algo que no eres, porque no te quieres mostrar.
Lo mismo sucede con los problemas. Su capa exterior sólo habla de tu interpretación hacia ellos. Te muestra lo superficial, no el contenido importante. La información real, siempre está debajo de esa última capa. Por este motivo, eso que interpretas como problema, no es el verdadero problema.
Imagina que en el trabajo, te ascienden a un puesto superior. Pero lo que en principio te alegra y te empondera, más tarde se convierte en un problema para ti. Ya que comienzas a sentir estrés, por las nuevas responsabilidades que tienes que gestionar. Te empiezas a encontrar agobiado y sobrecargado de trabajo. Piensas que el ascenso, te queda grande, y que en realidad, no estás lo suficientemente preparado como para demostrar, lo que vales en ese nuevo puesto. Lo único que te preocupa ahora, es acabar con todo ese estrés que te ronda.
Esa última capa te alerta y te habla de tu estrés, pero,
¿Qué esconde debajo?
¿Crees que es el estrés, tu verdadero problema?
El estrés, es la manera que tiene tu cuerpo de comunicarse contigo. De llamar tu atención para que entiendas que algo no va bien. Por eso interpretas el estrés como tu nuevo problema. Pero eso que interpretas como problema, casi nunca, es el verdadero problema.
Numerosos estudios indican que cuando sientes estrés, aumenta tu Cortisol. El Cortisol es la hormona del estrés y cuando este se dispara, el cuerpo se resiente tremendamente. El Cortisol es el responsable de infinidad de enfermedades, ya que debilita tu sistema inmune, permitiendo que enfermes con mucha más facilidad.
Sin ir más lejos, la situación que estamos viviendo en este momento, con el tema de la pandemia, ha disparado el cortisol de muchos de nosotros, haciéndonos entrar en un estado constante de pánico y de «hipervigilancia».
¿Qué esconde tu estrés?
¿Qué hay debajo de esa última capa, cubierta de Cortisol?
El estrés no es más que temor o miedo disfrazado. Es la reacción de tu cuerpo frente a los continuos cambios de la vida. Podríamos decir, incluso, que es la excusa que te pones, para no hacerte responsable de ser el precursor de tus propias emociones. El miedo es una emoción primaria. Todos sentimos miedo. Sin embargo, no siempre lo reconocemos. Sentir miedo, es algo natural, pero cuando adoptas al miedo, como compañero de vida, este se convierte en tu peor enemigo. Porque vivir con miedo, no es vivir, si no sobrevivir.
Sentir estrés, te muestra tu carencia de armonía interior. No estás en paz contigo, ni con la vida. Porque la paz, es la consecuencia de tu confianza. Alguien que no confía en si mismo o en la vida, está en guerra o en lucha continua. Y si luchas contra ti, el perdedor siempre serás tu, ya que no hay nadie más en la contienda. Así que no luches, si no quieres terminar derrotado. Cooperar contigo y con la vida, es lo único que puede atraer tu victoria.
Así que la próxima vez que sientas estrés o utilices frases como: «esto me estresa», «tengo mucho estrés»…hazte la siguiente pregunta:
¿Qué es lo que me da miedo?
¿Qué temo que pase, que me hace sentir tan estresado?
Antes comentaba que tanto tú, como la vida, se visten por capas, igual que una cebolla. Cuando sujetas una cebolla sin haberle quitado la primera capa, no sientes nada. En cambio cuando se la arrancas y vas quitando capas, comienzas a llorar. Lo mismo sucede contigo. Tu primera capa, la más externa, no dice nada de ti, ni te hace sentir nada. Lo que habla de ti, siempre es lo de dentro. Y es que eso que interpretas como problema, casi nunca es el problema. Tienes que quitar las capas más superficiales para sentir algo y así sentir el verdadero problema.
Cuando duele, ahí es. La emoción te dice que estás en el sitio correcto. Y para cambiar, sólo tienes que empezar a pensar, más allá de cómo te sientes. El pensamiento fue el que hizo sentirte así, ahora sólo tienes que seleccionar otro pensamiento, que te haga sentir diferente y poder así, cambiar de emoción.
El miedo y el estrés que sientes, frente a lo que te sucede, ya te han demostrado muchas veces, que el 99% de todo lo que piensas, que te pasará, nunca pasa. Que es tan sólo, un producto de tu imaginación, por no saber elegir el pensamiento correcto. El miedo te hace imaginar cosas horribles, si se lo permites. Permítete ahora imaginar para bien y no para angustiante. Elige cuidadosamente tus pensamientos. No dejes que sea tu miedo o tu estrés, el que decida por ti.
Esos pensamientos que te generan estrés y que por ende, destapan tu miedo,
¿Por que tipo de pensamientos te gustaría cambiarlos?
¿En qué tendrías que pensar, que no es miedo?
Se concreto, y empieza a practicar Ahora. Piensa para bien y no para boicotearte. Haz que tus pensamientos construyan y no que te destruyan. Con los mismos ladrillos se puede construir un puente o un muro. Si en tu pasado, te decidiste por el muro. Ahora, puedes destruirlo y emplear esos mismos ladrillos para construir tu puente.