Haz que tu vida valga la pena y no que tus penas, ni tus miedos, «te valgan». Porque así, es como se te escapa la vida. Tus miedos no te cuidan de la muerte, aunque sí que evitan que vivas plenamente. Y es que puede que creas, que si te cuidas de morir, vivirás mejor, o por más tiempo, pero cuanto más te sigas cuidando de la muerte, más te privarás de la vida. Mientras te enfocas en tu miedo, en tus penas, en tus preocupaciones o en tus carencias, no puedes atender a tu necesidad de vivir. Sólo puedes atender a una sola cosa al mismo tiempo. Así que,
¿Eliges muerte, o eliges Vida?
Asimismo, el miedo a la muerte es algo biológico, adaptativo, necesario para preservar la vida. Es un miedo real, como también lo es, el miedo a las alturas, o a la picadura de ciertos animales venenosos. En cambio existen infinidad de miedos más, que no hablan en absoluto de adaptación y que no han sido creados, precisamente para cuidarte de la muerte, si no más bien, para robarte la vida.
Son aquellos miedos aprendidos, que te condicionan y te limitan, impidiéndote vivir plenamente en vida. El miedo a hablar en público, por ejemplo, el miedo al éxito, el miedo a lo social, miedo al amor, al sufrimiento, miedo a la soledad, miedo a lo desconocido, al compromiso, al fracaso…y es que en realidad, se le puede tener miedo a cualquier cosa, aunque no sea sano, que cualquier cosa, te de miedo.
Imagina que al revisar las notificaciones de tu correo electrónico, encuentras un mensaje, escrito desde una dirección desconocida. La dirección en cuestión, no admite respuesta, ya que ha sido creada, sólo para enviar mensajes y no para recibirlos. La información que te proporciona, te hace levantarte inmediatamente, de dónde quiera que estuvieses sentado. El contenido del mensaje, lo compone un archivo adjunto, acompañado de una pregunta, nada convencional:
«¿Te gustaría saber la fecha de tu muerte?. ¡Pincha aquí!»
¿Qué harías?
¿Eliminarías automáticamente el mensaje, identificándolo como un spam malicioso, o por el contrario, pincharías en el vínculo?
Hagas lo que hagas,
¿Comentarías lo acontecido con alguien, o intentarías borrar ese mensaje, también de tu memoria?
Desconozco si tu curiosidad, te llevaría a pinchar en el vínculo. Si así lo hicieras, se descargaría de inmediato, una aplicación con un cronómetro, indicándote la cuenta atrás, hasta tu final, aquí en la tierra.
¿Cambiarían las cosas para ti, si te desvelaran la fecha de tu muerte?
¿Qué harías diferente?
Imagina, ahora, que tu escepticismo, te lleva a borrar ese mensaje. Sin embargo, recibes una llamada de alguien muy importante para ti. Esa persona, te comenta que no pudo contenerse y que por lo tanto, ella sí que pincho en el vínculo. Así es que, ahora sabe, cuándo será su final. La fecha de su muerte, es mucho más cercana de lo que te gustaría. Y es que a penas le quedan, unos pocos días de vida.
¿Cambiarías tu actitud y comportamiento con esa persona?
¿Qué harías diferente?
¡Haz que tu vida valga la pena!.
Y es que a pesar de que todo esto, sea una distopía, extraído de una película de ficción. No puedo dejar de pensar, qué sucedería, si con la fecha de nuestro nacimiento, también nos proporcionasen, la fecha exacta de nuestra muerte.
¿Cambiaríamos, entonces, la forma de vivir?
¿Y la de morir?
En realidad, aunque no dispongamos con exactitud, de la fecha de nuestra muerte, y la podamos marcar en nuestro calendario personal. No podemos olvidar, que sí que existe. Esté cercana o lejana, esto se nos acabará. Dejando atrás y para los demás, el legado que hayamos querido construir con nuestros pasos. Si esta idea, se hiciera realidad y todos pudiésemos conocer la fecha de nuestro final. Probablemente, las vidas más longevas, no se esforzaran mucho en cambiar su manera de vivir el presente. Sin embargo, las más cercanas a su «fecha de caducidad», tal vez, sí que vivirían con mucho más esmero, o de diferente manera, lo que hoy sólo observan, como el transcurrir de sus días, de sus Vidas.
Haz que tu vida valga la pena, y no que tus penas, ni tus miedos, «te valgan». Porque así, es como se te escapa la vida.
Para ello, tienes que permitirte tener miedo, pero no darle la importancia que le das, ni cederle el protagonismo de tu vida. Si dejas que tu miedo te condicione o te limite, dejas que sea él, el que viva tu vida y no tú.
¿Porque cuántas veces por miedo, has dejado de hacer algo que deseabas hacer, permitiendo que tu miedo decidiera por ti?
¿Cómo de diferente sería tu vida ni no le dieras relevancia a tu miedo?
¿Quién te permites ser, cuando no sientes miedo?