Rebelarse es la forma más cruel de la sumisión. La rebeldía es la otra cara de la obediencia. Los que son de naturaleza rebelde, tienden a luchar contra lo que es, y a no aceptar eso que es, o tiene que ser.
¿Te muestras rebelde para defender tus derechos, o tu rebeldía es contra la sumisión?
Creo que existen muchos tipos de rebeldía, una de ellas, podría ser, por ejemplo, la que emerge por defender derechos fundamentales, tanto individuales, como colectivos. Y otra sería la rebeldía que se enfrenta constantemente, a las circunstancias que acontecen y sobre las que no tenemos ningún control. Y es que mientras una intercede, la otra más bien, se resiste a lo inevitable, desaprovechando así, su propia fuerza. La primera forma de rebelión, puede abogar por la igualdad, o por hacer que se eliminen las injusticias. En cambio la segunda forma, se opone o rechaza lo que es, por el mero placer de resistirse.
Todas las luchas son despiadadas, aunque las que se desarrollan internamente, o contra las circunstancias, son aún más fieras y crueles, ya que enfrentan entre sí, a un único combatiente. Porque no es que el rebelde, luche contra las normas, o que el obediente, se someta ante ellas. Las normas son tan sólo condiciones de la propia mente. Situaciones de naturaleza restrictiva, sin posibilidad de revisión, que se crea la mente del que piensa. Ideas compradas consciente o inconscientemente, sin haberlas digerido debidamente. Creencias y más creencias.
Por tanto, el que se rebela contra las circunstancias, lucha contra su propia mente, porque quiere vencerla, a ella y a esas circunstancias. Mientras que el sumiso, acepta y cede ante las condiciones , sin pretender derrotar a nadie, ni a la mente, ni a lo incontrolable, pero sí inevitable.
Tanto el rebelde como el obediente, necesitan de una mente para desarrollarse. Sin embargo, esta es tan sólo un medio, no otro combatiente, o el enemigo mismo, contra el que poder luchar. La mente facilita y manifiesta. La mente piensa y resuelve. Y es el mejor aliado con el que podemos contar, si dejamos de entrar en guerra con ella.
La diferencia principal entre el rebelde y el sumiso, es que el rebelde batalla, mientras se agota, y el sumiso, no hace uso de sus armas contra sí mismo, y así se calma. Ya que este último entendió, que el éxito no está en la victoria, si no en la ausencia de guerra. Si no aceptas lo que piensa tu mente, te resistes ante ella. Y si te resistes, ella gana, perdiendo tú, la batalla. Por eso la rebeldía es la otra cara de la obediencia, porque o te sometes a la paz, o a la guerra.
¿Contra qué te sueles rebelar?
¿Contra las normas que te imponen?
¿Y rebelarse contra ellas, no se convierte también en una norma, pero impuesta por ti?
La rebelión se disfraza de libertad, y ese disfraz, se vuelve, a la vez su condena. Ya que la libertad está ausente de resistencia y mientras sigas luchando, seguirás resistiéndote, precisamente, contra tu propia idiosincrasia.
¿Crees que si existe sumisión, no puede haber libertad?
¿Piensas que si cumples las normas, estas te arrebatarán tu propia libertad?
Lo que te arrebata la libertad, no es tener que cumplir las normas, si no es seguir luchando contra ellas. Eres libre, cuando guardas las armas y aceptas las reglas del juego. Porque las reglas, como se crearon para respetarlas, también puedes decidir no hacerlo, mientras seas consecuente, o aceptes las consecuencias que tiene el no cumplir con las condiciones impuestas. Ahí está tu libertad, la que te hace responsable, de hacerte cargo, de tus propias decisiones. Y si aceptas esa responsabilidad, de hacer o de no hacer, ya que tú decides.
¿Para qué te rebelas?
La rebeldía es la otra cara de la obediencia. Y rebelarse es la forma que tiene la sumisión, de someterte a la lucha. Puede que te parezca, que mientras batallas, estás defendiendo tu libertad. Sin embargo, no defiendes tu libertad durante la guerra, si no que la haces presa, porque la conviertes en víctima de lo defiendes.
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