Lo que buscas fuera, ya está dentro. Dentro de ti. Contigo. Esperando pacientemente a que repares en ello. Mirándote de reojo, mientras tú, desvías la mirada.
Fuimos construidos con los sentidos vueltos hacia fuera. Por eso miramos, oímos y sentimos el exterior. Aunque lo importante no está ahí fuera, si no dentro. Lo de fuera nos despista, haciéndonos creer que lo que necesitamos procede de lo externo, cuando en realidad, ya lo portamos dentro. Porque lo que buscas fuera, ya está dentro.
«Aquel día en que abrió el loto, mi pensamiento andaba vagabundo, y no supe que florecía. Mi canasto estaba vacío y no vi la flor.
Sólo de vez en cuando, no sé qué tristeza caía sobre mi; y me levantaba sobresaltado de mi sueño y olía un rastro dulce de una extraña fragancia, que erraba en el viento del sur.
Su vaga ternura traspasaba de dolor nostálgico mi corazón. Me parecía que era el aliento vehemente del verano que anhelaba completarse. ¡Yo no sabía entonces que el loto estaba tan cerca de mi, que era mío, que su dulzura perfecta, había florecido en el fondo de mi propio corazón.»
(Rabindranath Tagore)
Buscar en lo externo, sólo te refugia del dolor. Asimismo te hace perder el tiempo porque buscar fuera, es buscar en la ilusión. Aunque creas que es lo externo, lo que puede proporcionarte eso que necesitas. Muy dentro de ti, sabes que estás equivocado. Sin embargo, nunca cesas de buscar. Porque eso ha sido lo que has aprendido a hacer. Nada te llena, pero sigues enfocando tu mirada hacia el mismo sitio, sin percatarte que tú eres el mejor sitio y el mejor lugar. Buscas en la gente, en tus vicios, en tus experiencias vacías, buscas encontrar, sin saber si quiera, qué es lo que tienes que encontrar. Y aquel que busca, sin saber lo que tiene que encontrar, no encuentra nada.
Quizás sueñes con el éxito, con el dinero, con cosas materiales. Esto tan sólo te despistará de tu propósito real. Te mantendrá entretenido, durante breves momentos y acabados estos, tendrás que volver a buscar. Lo que buscas fuera, ya está dentro. Sólo que sigues mirando hacia fuera. Dentro de ti, lo material, no tiene importancia, te sobra, en realidad, porque ya estás completo, siendo quién eres.
La palabra éxito, proviene del latín «exitus», que significa salida. Salida hacia dentro. No hacia fuera. Fuera no encontrarás la salida. Sólo encontrarás formas y apariencias, no contenidos. Fuera tampoco no te encontrarás a ti. Encontrarás tus reflejos y proyecciones, pero el reflejo real, tú, no se encuentra fuera, si no dentro.
Mientras el ruido de fuera te aturde, el silencio de dentro, te calma. Cuando la luz de fuera deslumbra, la luz de dentro ilumina. Y cuando lo que sientes fuera, te daña, lo de dentro es una caricia para el alma. Lo de dentro eres tú, lo de fuera, tus ilusiones. Ilusiones que no hablan de ti, mas sólo lo aparentan. Y es que es lo que hacen las ilusiones, aparentar algo que no son. Aparentar partes de ti y tú eres mucho más que las apariencias de las diferentes partes. Eres el conjunto de todas esas partes que no aparentan, si no son.
Tú ya tienes las respuestas, sólo que no te escuchas. En ti también están las visiones, sólo que no las ves. Y por supuesto que también dispones del significado, sólo que no lo sientes. No percibes lo que eres, porque sólo percibes, lo que aparentas ser.
«No corras, vete despacio, que dónde tienes que llegar es a ti mismo.»
(Juan Ramón Jiménez)
Vas corriendo a todas partes, no descansas en ti. Tienes prisa de encontrar, aunque desconoces dónde buscar. Cuando te acercas a ti, te distrae lo de fuera, volviéndote a perder. No te apures, sólo cuando llegues a casa, lo sabrás.
«Todos tomamos los límites de nuestra visión, como los límites de nuestro mundo.»
(Arthur Schopenhauer)