¿Qué imagen percibiste primero en la fotografía?
¿Qué hiciste para percibir lo que en realidad esconde?
¿Ampliar la imagen, cambiar la mirada, atender mejor…?
Y es que nada es lo que parece a simple vista. Lo que ves y lo que sientes, es sólo tu realidad incompleta. Esa parte de realidad, a la que decides prestar atención. Por lo tanto, todo aquello que no consigas ver o sentir, como no lo atiendes, no existirá para ti. La realidad completa es el conjunto de todas las miradas. Tu perspectiva habla sólo de tu contexto. Y son el resto de perspectivas, las que completan la realidad.
Tu atención juega un papel decisivo, en cómo interpretas la realidad que percibes. Ya sabes que el cerebro, siempre es muy precavido, en cuanto a su reserva de energía se refiere. No le gusta gastar más energía de la necesaria. Por eso siempre opta por elegir conductas ya aprendidas, para no tener que esforzarse en crear nuevas pautas de comportamiento. Lo que atiendes es por tanto, lo que ves y lo que sientes. Aunque todo lo demás, a lo que no prestas atención, se te escapa. Porque sólo puedes atender a una cosa a la vez.
¿Y a qué atiendes?
¿Percibes lo «bueno» que te pasa, o sólo lo «negativo»?
¿Cuál dirías que es tu Actitud frente a la vida?
Dependiendo de lo que hayas contestado, ya sabes a lo estás atendiendo. Si percibes lo «positivo» de lo que te pasa, podríamos decir, que estás bien enfocado. Si por el contrario, percibes sólo, lo «negativo» que te sucede, únicamente puedo aconsejarte una cosa, y es que sustituyas ese foco.
Piensa en Ayer, si tuvieras que confeccionar una lista con todas esas cosas «buenas», que tuvieron lugar ayer,
¿Cuántas y cuáles dirías que fueron?
Eso es domesticar a tu cerebro. Decidir por ti mismo y no por la inercia, a lo que quieres que atienda. Para reprogramar patrones manidos, que ya no te resultan, es necesario crear nuevos programas más beneficiosos para ti. Así le demostrarás a tu cerebro que ya no tiene que preocuparse por el desgaste de energía, ni por llevar el control. Que tú te encargas ahora. Tú dominas y diriges tu atención.
¿Qué pasaría si no intentases clasificar las cosas en «buenas» o «malas», o en «positivas» y «negativas»?
¿Podrías observarlas sólo como hechos concretos, sin decidir, si son «buenos» o «malos»?
¡Libérate de tus decisiones y de la inercia!. No elijas la repetición, sólo porque te es más cómodo. No etiquetes lo que te pasa en «bueno» o «malo». Haz con lo que te sucede, algo que merezca la pena y te ayude a eliminar viejos patrones. No permitas que tu atención te prive de ver la realidad completa. Es demasiado bella, como para que te la pierdas. Y elije siempre como si fueras a elegir, por primera vez.