No flotes con tus sueños, nada hacia ellos. Flotar a la deriva, sin perseguir ninguna dirección, te puede llevar a cualquier sitio, y ese nuevo lugar desconocido, puede no ser tu sitio.

Piensa en un barquito de papel, que flota sin rumbo en el río. Tú lo depositas en una de las dos orillas, con la intención, de que llegue a la otra orilla.

¿Crees que sólo con tu deseo de llegue a la otra orilla, el barquito llegará a su destino, sin vacilar?

Si no haces nada por conseguir tus deseos, estos deseos se convertirán en sueños rotos. El deseo es el primer paso para conseguir tus objetivos, pero no es el único paso. Tendrás que poner de tu parte y trabajar en ellos, si no quieres que tus deseos, se queden, en eso, en meros deseos.

Continúo con el ejemplo del barquito de papel. Sigues queriendo que alcance la otra orilla. Sin embargo te das cuenta, de que la corriente del río, no lo va a permitir fácilmente, ya que precisamente tira de él, en dirección contraria. Por si eso fuera poco, el río esta lleno de rocas y de troncos, con los que el barquito, choca sin cesar, provocando fisuras en el papel, haciendo que este se moje más de la cuenta y termine hundiéndose.

Así que, «Tu gozo en un pozo». Aunque si lo piensas bien, además de desear que el barquito llegara a la otra orilla, no hiciste mucho más. Tan solo, lo depositaste en la orilla contraria, esperando a que él hiciera todo el trabajo. Te dedicaste a observar su travesía, sin contar con los posibles obstáculos que podía encontrarse por el camino. Y no les pusiste remedio, ya que terminó hundiéndose.

¿Qué podrías haber hecho, además de mirar, para ayudar al barquito, a cruzar a la otra orilla?

¿Quizás, mojarte?

Y es que si no te «mojas» y sólo te mantienes como espectador atento, lo único que vas a conseguir, es mantenerte seco. Aunque el barquito no conseguirá alcanzar su destino. Debes poner de tu parte, seguir creando tu deseo y hacer algo con lo que imaginas. Si sólo te dedicas a imaginar, te perderás entre pensamientos y tu barquito terminará hundiéndose.

Lo bueno de todo esto, es que tú no eres un barquito de papel. Y que él no sepa nadar, no significa que tú no puedas hacerlo. Imagina que eres tú, quién quiere cruzar de una orilla a otra.

¿Harías algo por alcanzar la otra orilla, o simplemente te dejarías llevar por la corriente del río?

No flotes con tus sueños, nada hacia ellos. Puedes empezar por flotar, para comprobar hacia donde se dirige la corriente, y si es favorable, dejarte llevar por ella. Sin embargo, si la corriente te arrastra hacia el lado contrario, tendrás que dejar de flotar, para comenzar a nadar. Eso es fluir, aprovechar las corrientes, si son favorables. Si no, tendrás que nadar a contracorriente, hasta que se vuelvan favorables. No esperar hasta que te favorezcan. Favorece tú a la corriente, pero no te dejes arrastrar por ella.

Tú decides, si eres de los que esperan flotando, como el barquito de papel. O por el contrario, nadas hacia tus metas, cuando flotar, ya no te sirve de nada. No flotes con tus sueños, nada hacia ellos. Aprovecha las corrientes que te sean favorables, para alcanzarlos más rápido. Sujétate en las rocas y en los troncos, cuando necesites descansar, pero no choques contra ellos. Recuerda que no eres un barquito de papel, y que tú sí que puedes elegir, hacia dónde te quieres dirigir. Toma pues, el timón de tu barco y comienza a navegar.

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