Tu cuerpo no cesa de comunicarse contigo.
¿Lo escuchas?
Puedes hacer oídos sordos, u ojos ciegos. También puedes no sentirlo. No porque eso que sientes no se manifieste, si no porque a pesar de que sí se manifiesta, tú no estás en tu cuerpo. Y si no estás en tu cuerpo:
¿Dónde estás?
¿En tu mente?
Hay que tener en cuenta, que el cuerpo y la mente son inseparables. Entendiendo como mente, a tu razón o parte consciente, y a tu cuerpo, al templo que te alberga, es decir, tu parte más física, tu apariencia. La mente piensa y el cuerpo siente. Esto es, el cuerpo siente lo que tu razón te hace pensar. Pero además de tu razón,
¿Qué más cosas te hacen sentir, que tu mente no puede descifrar, por más que se empeñe?
¿La energía, la sientes?
Y es que todo, absolutamente todo lo que ves y lo que no ves con los ojos, tiene una energía determinada. Pensamientos y sentimientos incluidos. También existe energía en los lugares que habitas y los que no, en las personas que te rodean, en los animales y las plantas, en todos tus objetos personales. Tú desprendes y atraes energía. Puede que no sepas ni a dónde va, ni de dónde viene. Pero seguro que la sientes.
¿Dónde la sientes?
¿En tu mente o en tu cuerpo?
Y es que tu cuerpo no cesa de comunicarse contigo. Sin embargo, hay veces que lo apagas o lo ignoras, aumentando el volumen de tu mente. Cuando esto sucede, y abandonas tu cuerpo, la energía, pese a que se siga manifestando, no puede ser percibida. Tu mente, lo único que puede hacer con esa energía, es intentar explicarla y generar pensamientos, cargados de ella. Pero no puede sentirla. Porque esa energía se siente en tu cuerpo, sólo si tú se lo permites.
¿Atiendes a lo que te dice tu cuerpo?
Imagina que recibes una llamada en tu teléfono móvil, de un número desconocido. Las primeras llamadas con ese mismo número, decides ignorarlas. No te apetece devolverlas, además que siempre te llama a horas inoportunas. Sin embargo, el teléfono desconocido sigue insistiendo.
Un buen día, y sin percatarte del número que te llama, descuelgas el teléfono. Para tu sorpresa, es tu vecino quién te llama, para informarte que tiene una fuga en su casa y que sospecha, que pueda venir de la tuya. En ese preciso momento, no tienes tiempo para atenderle y te comprometes a llamarlo después. Pero se te olvida. Así que tu vecino continúa llamándote insistentemente para que te responsabilices de lo sucedido.
¿Y si tu vecino fuera tu cuerpo y tú, la mente que no quiere escuchar, ni coger el teléfono?
Tu cuerpo no cesa de comunicarse contigo. Puede que no te apetezca atenderlo siempre, como a tu vecino. Pero si no lo haces, puedes estar seguro, de que te volverá a llamar. Se puede comunicar contigo a través de diferentes lenguajes. Puede emplear emociones o sentimientos para hacerlo, como también puede hacerse notar, a través de alguna dolencia o enfermedad. Se conoce todos los trucos para llamar tu atención. Si no le haces caso a la primera, lo volverá a intentar las veces que haga falta, hasta que te percates de su mensaje.
Las primeras llamadas serán menos frecuentes e intensas. Sin embargo, si le respondes con tu pasividad, tu cuerpo también puede llegar a impacientarse, e incrementar tanto la frecuencia, como la intensidad de sus mensajes.
Por ejemplo, si ha decidido comunicarse contigo a través de alguna molestia dermatológica, porque quiere decirte algo, puede que las primeras llamadas, sean de carácter leve y se manifiesten con algún tipo de sarpullido sin importancia. Si le haces caso, ese sarpullido desaparecerá. Si no, lo que en principio comenzó como algo leve puede derivar fácilmente, en algo mucho más serio o severo.
Lo mismo sucede con las emociones o los sentimientos que sientes. Estos siempre se localizan en alguna parte de tu cuerpo. Puede que no te apetezca sentirlos y los rechaces, pero si no les haces caso, esa zona concreta de tu cuerpo, terminará resintiéndose, causando males mayores.
Así que ni no quieres padecer males mayores, por no atender a tu cuerpo, vas a tener que disciplinarte y escucharlo detenidamente. Porque tu cuerpo no cesa de comunicarse contigo. Todo se manifiesta en él.
Como dije antes, todo, absolutamente todo lo que conoces y lo que no, es energía. Esta energía genera una fuerza en tu cuerpo que le hace cargarse o descargarse. Pero además de eso, te trae siempre información muy valiosa, si no, no repararía en tu cuerpo, seguiría de largo. Si se «estanca» en tu cuerpo, es porque tiene algo que decirte. Y la única manera para poder soltarlo y dejarlo ir, es escucharlo.
Y ahora date una oportunidad para escucharte. Atiende. Siente. Regresa a ti y permanece en ti. No te abandones, no tienes otro sitio mejor en el que hospedarte. Disfruta de ti, sintiendo.
¿Qué sientes en tu cuerpo?
¿Lo escuchas?