Tu niño Interior te invita: ¡A ser Feliz y no Perfecto!. Ya eres un Ser completo, tal cuál eres. Y es que cuando buscas la perfección, es cuando la pierdes, y te pierdes.

«La perfección no se alcanza cuando no hay nada más que añadir, si no cuando no hay nada más que quitar.»
(Antoine de Saint-Exupéry)

Si prescindes de algo de ti, dejas de ser tú. Todas tus partes te hacen ser quién eres. Ese ser único y completo capaz de todo, si se lo propone.

En la entrada anterior, exploré la herida de la TRAICIÓN, junto con el disfraz que la oculta, el del CONTROLADOR.

Tu niño interior te dice: ¡No controles!.

Desconozco si ya has conseguido reconocerte con alguna de las heridas o con los disfraces que las esconden. Como no me cansaré de repetir, es muy probable que no sólo hayas sufrido de una única herida, puede que sean varios los cortes y las rozaduras que han podido lastimarte durante tu infancia. Sin embargo, siempre hay una herida que es más profunda que las demás. Y esa es la herida que se somatiza en tu cuerpo. Quizás, sea la herida que más le cueste aceptar a tu mente. Pero como también he repetido en diversas ocasiones, el cuerpo, ni puede, si sabe mentir, por eso es interesante que lo primero que analices, es con qué características físicas te identificas, para sanar primero, la herida que más te limita.

Las heridas que antes se manifiestan son las tres primeras. La herida del RECHAZO, la del ABANDONADO y la de la HUMILLACIÓN. Son las primeras en surgir y en realidad, las dos restantes, la herida de la TRAICIÓN y la de INJUSTICIA, que analizaremos hoy, también derivan de ellas.

Puede darse el caso, que tu herida de ABANDONO, te haya llevado a sentirte traicionado. Como que tu herida de RECHAZO, te haya hecho pensar que tu vida y las cosas que te pasan, han sido tremendamente injustas. Lo que quiero decir con esto, es que si sientes la TRAICIÓN o la INJUSTICIA, como tus heridas más profundas, vas a tener que profundizar aún más en ellas, porque es muy probable, que oculten restos de otras heridas.

Y ahora sí, vamos a explorar la última de las heridas: la herida de la INJUSTICIA y su disfraz, el del RÍGIDO.

Esta herida, se refiere a la ruptura con tu propia identidad. Durante tu infancia, algo te forzó a dejar ser tú, porque las circunstancias, así lo requerían. Tenías la necesidad de ser la estrella y de ser perfecto, pero lo que te sucedió y cómo lo gestionaste, hizo imposible, sentirte así. Si sufres de esta herida, a pesar de todos tus esfuerzos, por agradar al resto, no te sientes apreciado, valorado y respetado. Por tanto, también tienes ciertas dificultades con lo crees merecer, o con tu merecimiento. Puede que sientas que no recibes lo que mereces, o por el contrario, que recibes más de lo que mereces. Te encuentras en una permanente ambivalencia, entre lo que es justo y lo que no lo es.

Es una herida que se manifiesta entre los cuatro y los seis años de edad. En ese momento, estás perfilando lo que será tu personalidad. Lo que deberías ser, y lo que no. Y es que, «entre lo que aparentas ser y lo que quieres ser, estás tú.» Sin embargo tu lucha con tu propia perfección, es lo que te impidió ser del todo tú, para poder ser «justo». No te sientes valorado o lo suficientemente apreciado, porque eres tú, quién no te aceptas del todo. Niegas partes de ti, escondes otras y así lo único que consigues, es no ser quién eres. Por eso tu niño interior te invita: ¡A ser Feliz y no Perfecto!. Porque para ser feliz, tienes que permitirte ser tú. Despojarte de los disfraces que te esconden. La perfección no te dará la felicidad. Ya que tu felicidad, se encuentra oculta bajo tu propia imperfección.

Es una herida que se da, con el progenitor del mismo sexo. Sientes su frialdad, antes que su afecto. Y no es que este progenitor haya sido frío contigo o poco afectuoso. Porque como siempre explico, esa fue tu interpretación de lo sucedido. Tu papá, tu mamá, o tu tutor o tutora, te dio el afecto que supo dar. Lo que te expresó, fue su manera de demostrarte cuánto te quería. No supo hacerlo mejor. Y es que si revisas tu historia familiar, es muy probable que él o ella, también sufriera lo mismo que tú. Los recursos de los que disponemos en la niñez, son limitados, vamos adquiriendo nuevos recursos, conforme nos vamos enfrentando a nuevas experiencias. Tu progenitor, también fue un niño como tú y si no sanó sus propias heridas, cometerá los mismos «errores» que cometieron con él.

Las características de la PERSONALIDAD y del CARÁCTER de las personas que sufren de la herida de la INJUSTICIA, son las siguientes:

– Les cuesta mucho mostrar su afecto.

– Tampoco les gusta expresar lo que sienten. Ni si quiera sus opiniones.

– Son fríos y a la vez, explosivos, de mecha corta. Saltan con facilidad, desde la frialdad.

– Rara vez se enferman. Son duros con su cuerpo.

– Les encanta el orden.

– Se controlan, dejando de ser ellos mismos. Prefieren ser «justos» y «perfectos» que mostrar su propia personalidad. Lo que les hace ser injustos e imperfectos consigo mismos.

– No respetan sus propios límites y se exigen demasiado.

– Dificultad para sentir placer, sin sentirse culpables.

– Consideran injusto recibir menos de lo que merecen y más injusto aún, recibir más de lo que creen merecer.

– No les es fácil recibir algo que no se esperan, como un regalo, un ascenso, un halago…

– Se comparan con el mejor de todos y con el peor.

– Dudan mucho entre lo que deben y quieren hacer.

– No suelen admitir tener problemas.

– Son hipersensibles.

– Suelen reír para ocultar su sensibilidad.

– Se justifican, incluso cuando nadie les pide explicaciones.

– Vivaces y dinámicos.

– Tan optimistas, que se vuelve sospechoso.

– Lo que hacen, lo hacen para destacar y ser perfectos.

– Cruzan bastante los brazos.

– Se desvinculan de sus sentimientos.

– Extremadamente perfeccionistas.

– Su mayor TEMOR, la FRIALDAD, sentirla, como manifestarla.

¿Se corresponden estas características con alguno de tus comportamientos?

¿Te identificas de alguna manera, con la herida o con el disfraz expuesto?

Recuerda que tu niño interior te invita: ¡A ser Feliz y no Perfecto!. Desnúdate ante ti.

El CUERPO también te puede dar algunas pistas, a cerca de si sufres por la herida de la INJUSTICIA, o no.

El cuerpo es erguido y rígido. Lo más perfecto posible. Bien proporcionado. Glúteos redondos. Talle corto y piernas largas. Movimientos rígidos. Piel clara. Mandíbula firme. Cuello esbelto y tieso. Camina erguido y con orgullo. Los ojos son brillantes de mirada intensa, muy vivos.

En su ALIMENTACIÓN opta por los alimentos salados y crujientes. Se cuida para no engordar. Quizá sea, el que más voluntad tenga para hacerlo. Se justifica cuando pierde el control con la comida, aunque rápidamente vuelve a controlarse.

Las posibles ENFERMEDADES que les pueden acechar, son:

– Agotamiento físico y mental.

– Calambres musculares.

– Tortícolis.

– Estreñimiento.

– Hemorroides.

– Patologías circulatorios.

– Problemas en la piel.

– Nerviosismo.

– Mala visión.

Y bajo ese disfraz de RÍGIDO que le impide mostrarse tal cual es. Lo que esconde ser, es:

– Una persona creativa y con mucha energía.

– Dotada de una gran capacidad para trabajar duro.

– Es ordenado y apto para trabajos en entornos que requieran una gran precisión.

– Un gran comunicador, con talento para explicar las cosas claramente.

– Muy sensible. Capta lo que sienten los demás, sin obviar sus propios sentimientos.

– Sabe lo que debe saber, cuando lo necesita.

– Encuentra a la persona indicada, en el momento oportuno.

– Entusiasta, lleno de vida.

– Resiliente, que es la capacidad para adaptarse a cualquier tipo de situaciones y para afrontar de la mejor manera, los peores acontecimientos.

Tu niño interior te invita: ¡A ser Feliz!, déjate llevar por él. Buscar la perfección te aleja de la felicidad. Ya que tu felicidad, es poder disfrutar de ti y de tus imperfecciones.

Pues ya hemos acabado con las presentaciones pertinentes, de todas esas heridas antiguas, que nos impiden ser nosotros mismos.

Ahora, te toca a ti poner un poco de tu parte y aceptar esas heridas como tuyas. Identificarte con ellas. Para ello, puedes echar mano, de experiencias de referencia que te ayuden a comprenderte mejor. Pueden ser situaciones de tu infancia, de tu etapa como adolescente, de tu juventud, o de tu etapa adulta. Da igual de dónde las rescates, lo único que tienes que hacer, es encontrar las correspondencias, con los comportamientos descritos, con los disfraces elegidos, o con las características físicas de tu cuerpo.

Y mientras tú buscas esas experiencias, yo iré preparando la siguiente entrada, en la que te daré algunas pautas sencillas, para sanar cada una de las heridas descritas.

Así que, ¡Manos a la obra!, porque aún nos queda bastante que trabajar.

¡Hasta la próxima!

Pego vídeo:

https://www.youtube.com/watch?v=FnDEvJ-86nk&t=3s

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